La Edad de las Tinieblas VI
Va a ser mandinga. Cfr. El milagro de P Tinto.
Continúan, esos caciques mal paridos que gobiernan en todos los rincones de España, continúan desmembrando nuestro país, continúan pervirtiendo a nuestros jóvenes, continúan asesinando a nuestros hijos, continúan arrasando nuestros hogares, continúan maltratando nuestras esperanzas y continúan intentando aniquilar nuestra fe. Da exactamente igual lo que les digas, ellos continúan instaurando en nuestro mundo la Edad de las Tinieblas.
Allá en tiempos de la II República, la situación en España era desastrosa: asesinatos, matanzas, desunión, traiciones, crisis… Sin embargo, hoy en día la situación se ha vuelto insostenible: maltratos a doquier –psicológicos, físicos, mentales y morales–, confusión desatada y dirigida desde las altas instancias, cientos de miles de españoles asesinados antes de nacer, y el maquiavélico plan de convertir España en diez y siete reinos de taifas para eliminarla de la faz de la Tierra: porque España, con todo lo que representa, siempre ha sido motivo de odio de esa clase dirigente que ha gobernado este país la mayor parte de su historia: jamás perdonarán a los españoles el profundo catolicismo que existió en ellos, que configuró las raíces de esta gran nación y que supuso la evangelización de los cinco océanos –gracias a ellos la Palabra de Dios llegó a todos los confines de la Tierra.
Por eso quieren arrancar el nombre de Dios de esta tierra y de los corazones que la pueblan. ¡Qué ilusos! Dentro de poco no les bastará con asesinar a los españoles no nacidos: comenzarán a matar a los españoles más ancianos, y seguirán con aquellos que se digan seguidores de Cristo porque el odio, a diferencia de otros males, es profunda, obsesiva y angustiosamente destructivo. Las raíces de España siempre serán católicas, al igual que su misión en esta Tierra –por algo es el país que más misioneros tiene repartidos por el mundo–. Por desgracia, poco se han ocupado los españoles de cuidar su patria, de mirar hacia dentro: tienen vocación de amantes, siempre dándose.
El grave problema, que los que se ponen a gobernar España pasan por alto, es que, unida a esa desidia que el español típico tiene por su tierra en general –que no por su terruño en concreto–, también existe una pasión visceral por conservar su libertad y su esencia; y cuando las cosas se vuelven realmente negras siempre acaba llegando la guerra. Y en todas las guerras que ha librado esta tierra para conseguir seguir siendo quien es nunca ha perdido. Quizá la única forma de vencer a España sea eliminando de los corazones de sus gentes el sagrado nombre de Cristo y de María. El único problema radica en que eso, por mucha memoria histórica de mierda que nos intenten hacer tragar, es lo único que jamás podrán llegar a conseguir: por eso su odio se vuelve cada vez más violento.
En fin, seguimos caminando, siempre fuimos peregrinos y, de momento, no vamos a dejar de serlo. No así ellos, que siempre serán una impresentable panda de exiliados, intentando construir su república bananera con visos de polis grecolatina.