El descubrimiento de la identidad personal
Algunos son tan pobres de espíritu que no tienen más remedio que tener cosas, así nunca llegarán a ser.
En la búsqueda y descubrimiento de la identidad personal son fundamentales tres cosas: llegar a la Verdad de lo que es ser Hombre –varón y mujer–, aceptar el Bien que significa serlo y vivir la Belleza que en el hombre existe…; pero para aceptar esa identidad personal descubierta –y así llegar a superarse– es absolutamente necesario ser los suficientemente magnánimo para lograr ser lo suficientemente humilde para reconocer que Dios habita dentro.
Llegados a este punto, sólo nos resta aumentar nuestra Esperanza y desarrollar nuestra Fe para lograr que nuestra vida sea plenamente libre y, así lograr escribir nuestra historia en clave de Amor.
El cometido no es sencillo y para lograrlo nada más concreto que comenzar ayudando a esos seres humanos que la sociedad denomina débiles, esos que para los Estados no son útiles, aquellos que para los gobiernos sólo molestan y gastan, todos aquellos que, de no haber Iglesia, ya estarían muertos… y todos aquellos que, aún habiéndola, son asesinados todos los días: niños no nacidos, ancianos, discapacitados, marginados, pobres, perdidos, enfermos…
Cuando vemos que hoy en día se asesina con toda impunidad, amparados por las leyes que dictan esas personas que desprecian al Hombre, justificando sus actos en el desprecio que tienen del Hombre, utilizando para ello cualquier excusa, razonada sin razón y, en última instancia, esa soberbia que les lleva a renegar de todo lo que es humano, bien es cierto que ha llegado la hora de poner remedio. Aquellos que aman la vida y la libertad habrán de hacerse fuertes en sus convicciones para no sentarse a mirar cómo los sembradores del odio destruyen el mundo, y salir a la calle con la ilusión en el alma, la sonrisa en los labios, la esperanza en los abrazos y la fe en la mirada; porque nunca se ha conseguido nada intentando eliminar el mal con más mal, sino inundándolo de bien.
Ha concluido el invierno de un nuevo año, ha pasado la primavera y la Tierra está llorando, porque su hijo más querido, aquel por el que se engalana cada día, sigue fagocitándose a sí mismo, comenzando por sus hijos. Y así seguirá haciéndolo por años, hasta que todo esto termine. Parece un panorama demoledor, y así lo es para demasiadas personas, por eso necesitamos convertirnos, salir de nuestro ostracismo de comodidad en el que nos han y nos hemos metido y decidirnos de veras a convertirnos en ese bálsamo que sana, que acompaña, que abraza. Realmente, quizá eso sea lo único que importe: ayudar a quien más lo necesita.