Fase 2: el análisis del problema
Tras esta primera fase de expresión y síntesis, podemos comenzar una segunda fase: la fase de análisis. Empezaremos por lo más urgente: nuestro sufrimiento actual. Intentemos solucionar, eliminar o minimizar todo lo que nos haga daño. ¿Qué te hace sufrir? Con esta pregunta aterrizamos en la parte dolorosa de nuestro presente. En una crisis, seguramente no podamos cambiar muchas de las cosas que nos hacen sufrir; pero, aún así, debemos intentar eliminar o modificar lo posible. Y es vital hacerlo con enfoque: ¿de todo, qué es lo que más te hace sufrir en este momento? Esta pregunta es difícil de responder, pues supone hacer una dura reflexión comparatoria, pero es, sin embargo, muy clarificadora porque otorga una prioridad a los problemas y, por tanto, permite un plan. También permite concentrar nuestras energias y defensas en el principal foco: no es lo mismo que te den una paliza sin ni siquiera verlas venir que prepararnos de antemano para encajar los golpes. Por otro lado, permite centrar nuestro ataque: no es lo mismo ver a tu enemigo que no verlo, dar golpes fallidos al aire ―lo cual desgasta mucho― que tener una diana a la que apuntar.
En este punto hay algo muy valioso que aprender. Si profundizamos suficientemente en esta pregunta aprenderemos una gran lección: que la mayoría de nuestros sufrimientos no están en lo que nos pasa, sino en cómo respondemos nosotros a lo que nos pasa. Tras esta experiencia, uno descubre el dolor y el maltrato solo duran lo que dura el presente, y siempre pasan, pero el re-sentimiento (los sentimientos que constantemente revivimos) deja huella en nosotros perpetuando el sufrir aún cuando ya ni existe el dolor ni es razonable permanecer a la defensiva. En el fondo, esta perspectiva es alentadora, pues, si el mayor sufrimiento depende de nosotros, sabemos que podemos cambiarlo. Las circunstancias no siempre las podemos cambiar, pero nuestra reacción hacia ellas ―nuestra actitud y nuestras conductas― siempre podremos modificarla. Por tanto, ¡la mayor parte del sufrimiento tiene fácil solución! Lo único necesario será definir bien cuál es nuestra actitud actual, cuál sería la ideal y empezar a tomarnos las cosas de otra manera: ¿Cómo estás respondiendo tú a todo esto? ¿Cuál sería la mejor forma de hacerlo?
Con esta reflexión, el problema principal quedaría resuelto; ya solo nos faltaría ta técnica y la práctica para adquirir la templanza que nos falta. Para ello entra en juego el llamado coaching o entrenamiento personal y el paso del tiempo. No obstante, el ser humano es más profundo que todo esto. A las personas no nos basta con una serie de consejos y prácticas. Necesitamos más, algo que dé respuesta a la incógnita profunda que deja en nosotros el sufrimiento. Necesitamos entender lo que ha pasado, reconectar con nosotros mismos y reintegrar todo en el sentido de nuestra vida para así recuperar nuestra identidad personal y nuestra paz.
Avancemos a continuación hacia nosotros mismos, para llegar a lo más hondo de nuestro corazón y de nuestra alma. Solo así podremos erradicar ―sacar de raíz― el vacío que tenemos y que nos roba la energía.