Qui autem scandalizaverit unum de pusillis istis, qui in me credunt, expedit ei, ut suspendatur, mola asinaria in collo eius et demergatur in profundum maris. Mt 18, 6.
Tengo un amigo que piensa que para amar a alguien ha de hacerse nada, anonadarse: confunde la humildad con la generosidad, y piensa que en cuestiones de amor sabe poco. Así es como crecen en el mundo las víctimas, esas que en un principio no tendrían porqué serlo, pero, al olvidar lo que significa ser magnánimo, son incapaces de reconocer su propia grandeza…, transformándose en carne de cañón para cualquier desalmado que ande suelto.
Hoy en día, a las personas que defienden la verdad de su propia existencia y de la existencia de los demás se las tacha de radicales, incluso por líderes religiosos tan extraños como el Papa. Esas personas defienden con uñas y dientes la vida, la libertad y el amor, que es lo único que merece la pena defender hasta el final. Saben que en ello hay una grandeza tan sublime que han de protegerla aunque les cueste el amor, la libertad y la vida. Efectivamente, son radicales, pues defienden las raíces del hombre, luchan por conservar la sabiduría que les enseñó de dónde vienen y hacia donde caminan…, y cómo han de hacerlo día a día.
Por desgracia, hay mucho lerdo caminando por el mundo, asqueado de la profunda belleza que en él habita, hablando sólo de apariencias salsarroseñas que sólo persiguen el poder, el dominio y la fama. Son profundamente insidiosos, se cuelan en todos los hogares para, después, corromper todas las almas. Son aquellos que, desde hace un tiempo no muy lejano, comenzaron a escandalizar a los más pequeños, haciéndose merecedores de la ira de Dios, es decir, de todas esas personas que defienden lo que Dios ha creado.
Por desgracia incluso, hay mucha persona lista que va por el mundo de víctima –cierto es que lo fue en su momento– que, en vez de salir de su catatónico estado con la ayuda adecuada, prefiere arrastrar a otros a su mundo de sinrazones creando una lógica aplastante –aplastantemente falsa pues utiliza el afecto como forma de sodomización– para hacer de sus vidas un infierno. Así también, esos otros quedan convertidos en víctimas, en pobres peleles sin voluntad, gentes que han renunciado a su originalidad y a su grandeza porque se han convencido de que tienen que ser el alimento de sus amos. Curiosamente, lo que realmente piensan es que son dioses y que han de dar la vida por aquellas personas que ellos han decidido tomar a su cargo.
Y no nos vamos a callar… nunca, y no vamos a dejar de luchar… nunca, porque la peor traición que existe es siempre a la propia conciencia, cuando ha descubierto la esencia divina de toda materia: la belleza, la verdad, el bien la unidad y la existencia. En general, piensan los hombres que aquí no pasa nada…, pero más te valdría que te colgasen al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y te hundieran en el fondo del mar, antes que intentar corromper a un niño.