Del libro «Memorias de un principio», de David LC, de próxima publicación.
Cuéntame otro cuento, le dijo la niña al hada que, para ella, siempre fue su abuela. Y la abuela destiló perlas por su alma, y llenó a su nieta de todo el amor que pudo por sus raíces, por el inmenso mundo pasado que le había hecho tal cual era. Más tarde, la inició –también a través de los cuentos– en el secreto para coger todo ese maravilloso pasado y convertirlo en algo mágico: en presente. Un presente que haría las delicias del futuro, que amaría cada paso, cada beso, cada sueño, cada alma, cada luz, cada tarde junto al fuego y cada mañana en esos ojos que siempre mirarían con picardía cualquier nueva ilusión por realizar. Y la niña entendió que el secreto de la felicidad se hallaba justamente en lo que era, en lo que ella era, en lo que siempre sería: hija de Dios.
Más tarde, cuando creció y descubrió que la vida es penumbra –entre tanto desgraciado y mal parido– comenzó a perder la capacidad de mirar al norte, y su rumbo sufrió los golpes de caminar a la deriva. Pero su abuela había tejido bien los amores en la entretela de su piel y así pudo comprender cómo se vive el secreto de la felicidad para que ésta inunde siempre el alma: comprendió que al ser quien era podía hacer milagros, cosas tan sencillas y tan cotidianas que a casi todos les pasaban escondidas. Entendió que, al ser hija de Dios, hasta el beso más pequeño, si es dado con amor, arregla el Mundo.
Desde entonces no hube aprendido sino a mirar, y aún no lo hacía bien: faltaba la paciencia, esa pasión tranquila que acontece a todo inicio renovador. No siempre había sido así, pero ahora andaba, y era ese caminar tranquilo quien me hablaba de ti y de mí. Es curioso el afán que ponemos en la nada, como si de algo nuestro se tratara, y lo poco que abrazamos el todo, que es aquello que siempre fue regalo, que nunca nos perteneció… y que tanta falta nos hace. Aún no he dado, en este peregrinar sencillo, con la idea principal, pero las secundarias ya me han comenzado a gustar. No sé mucho, pero es que estoy en el principio y, como todo comienzo, sólo se trata de ir abriendo los ojos y… observar.