Escribo con una balanza minúscula, como las que utilizan los joyereos. En uno de los platillos pongo la sombra y en el otro la luz. Un gramo de luz sirve de contrapeso para varios kilos de sombra (Christian Bobin).
Escritos de mi adolescencia…
Desequilibrado en el sol
Cuando el sol se pone, furioso entre nubes de fuego, un cordobés pasa por al lado y le dice: “buenas tardes”. El sol, que es un caballero, se despide amablemente.
Desequilibrado en Peñíscola
Un sinfín de notas musicales en mi cabeza; hacía tiempo que no me topaba con ningún abordaje de este tipo: asaltan mi cabeza con frases y compases de canciones tatareadas durante todo el día… Mi compañero de viaje canta demasiado y me ha contagiado. Para colmo nuestro equipaje son su ukelele y mi guitarra.
De aquí para allá en Peñíscola de Castellón: un pueblo playero que nos ha amado desde que entramos. Grandioso.
Un momento de soledad en la ducha; me basta para sentarme un rato y sonreír a esta casa… ¡Vaya! me siento como en casa… Lo necesitaba.
Desequilibrado pero con pena
Me acuesto en pena, me levanto en pena ―pero me levanto―, me ducho en pena ―pero me ducho―, salgo a la calle en pena en busca de mi mejor amigo ―pero salgo―, estoy con él, me ama y yo en pena me despido.
Mi guitarra está quejosa por soleás pero yo no estoy ni para llantos. Solo, y asqueado, nauseabundo de mi mismo ser. Ausente: no soy; pero este libro y este escrito me están salvando. En realidad solo es un día corriente con el mismo sol de siempre ―pero estoy dejando que me salven―, lo demás no importa. En realidad siempre tuve esperanza, desde que empecé a escribir.
Desequilibrado en los niños
30 niños en medio del parque revoloteando como criaturas de ojos grandes y cabezones. Son puros, son sencillos, son tremendamente atractivos. Parece como que están vivos. Lo prometo.
Desequilibrado en la noche
No es que hubiera perdido la esperanza y toda vida, solo estaba cansado y sobre acelerado por la inercia de este día, esta tarde, esta noche… Pero a veces es buena cierta inercia para saltar y zambullirme, por ejemplo, en el mar de letras de un buen libro de contemplaciones, de esos que solo hablan de esos pequeños milagros que ocurren en instantes de silencio.
Cuando te das cuenta ves que sigues en ese instante: te has parado, tu alma se ha tumbado en el libro a mirar cómo juegan al escondite las palabras. Parecen niños de 5 años. Ahora puedo dormir tranquilo.
Desequilibrado descafeinado
En medio de esta jungla devoradora de hogares, llena de gente con corbata (vampiros desalmados) y de las sombras que estos dejan en los corazones de la gente normal, es impresionante lo que se puede echar de menos un café con leche y amigo. En especial con un amigo de esos que comparten frente de batalla contigo.
Creo que en estas situaciones la única reacción noble es amarrarse el cinturón, seguir trabajando y seguir superando con esmero nuevos tiempos y tempestades. Por lo demás, reservar un buen whisky a la espera del momento en el que Dios nos vuelva a hacer coincidir. Hasta entonces, buena suerte, José.
31 de octubre
Hay veces…, quizás esté loco, en las que nos paramos, levantamos la cabeza y en cierto sentido el alma, nos distanciamos (de todo) y nos miramos. Nos quedamos solos con nosotros mismos y nuestra aparente libertad, o con cierto vacío que tenemos. Da algo de calma y algo de… ¿miedo? quizás un sentimiento algo más mediocre: simple expectación. Por un momento, algo desinquieta.
De repente vemos un tallito verde oscuro en la tierra, que acaba en forma de rosa blanca, con algún pétalo arrugado pero un fondo vivo como un beso. Ahí hay otra. Esta roja. Y un arbusto algo atareado. Y yo… que en verdad también estoy vivo.
Desequilibrado en las flores
Estoy loco; soy, desde luego, un desequilibrado. Es cierto que he encontrado ―me han enseñado― los instrumentos que necesito para levantarme y recuperar el norte para cuando me pierda demasiado. Pero soy algo temerario, además de idiota, y me gusta tentar a la suerte y a Dios, para ver constantemente hasta donde me quiere. Soy loco, sobre todo, porque constantemente elijo la locura.
Soy un explorador soberbio que no mira su brújula pero la guarda en el bolsillo para por si acaso. ¿Llegaré al cielo? Llegaré tarde, como a todos lados. Necesito cambiar. Me paro en medio de este bosque a contemplar cada flor y darle una importancia desmesurada. Llegaré tarde a mi destino pero llevando un ramo de flores con la escusa de que en sus pétalos estaba Dios y no podía dejarlo ahí.