Escribir

Quiero escribir una historia; una historia de héroes, personas admirables y la grandeza de un Dios que se hace presente; pero se me hace imposible. ¿Qué me pasa? Ciertamente, jamás he escrito una de estas historias; quizás no valgo para hacerlo. ¿Solo valgo para escribir ensayos? No, no lo creo. Sencillamente lo que me impide escribir es el irremediable saber de que no debo escribir. No ahora. Estoy invalidado por ese cemento pegado a mi esperanza, la misma esperanza sobre la que quiero escribir. Ese cemento es mi conciencia: sé que lo que realmente debo hacer es dormir; es tarde y mañana tengo cosas que hacer. Dependo demasiado de mi intuición y me es imposible la inspiración en contra de mi conciencia. Haré mi deber, pero algún día escribiré esa historia y tendré inspiración. Y será una gran historia, además, en ella habrá mucha cerveza.

Solo

Desesperado tras una rampa llena de baches incómodos con el coche, pero escucho unos nocturnos de Chopin y los baches se han vuelto bellos. Sobre todo, la noche, donde solo quería llorar, se vuelve mi refugio. No sé por qué, pero pasa.

Me siento solo. Y no me siento con derecho a decirlo, más bien me siento egoísta: lo tengo todo. Pero me siento solo. Si apagara el ordenador que me abduce y mirara a mi alrededor, en mi oscuro cuarto, me vería minusválido. Si, minusválido; hablo del verdadero significado de la palabra.

Al menos me atrevo a decirlo gracias a Chopin.

¿Pero cómo calmar esta tristeza? Es desesperante. Ya no la tengo ―¿A quién? ―A ella. Y no lo acepto.

Acepto que no lo acepto. ¿Qué hago? Nada. No hago nada. Ni falta que hace. Solo tengo a Chopin. Eso me basta hoy; de hecho, eso me bastaba.

Vida interior 22-3-2018

La vida interior es como un tesoro: cuando se encuentra podemos dar y dar sin arruinarnos; y no solo eso, sino que damos un bien que se multiplica: ayudando a todos a encontrar su tesoro personal. Incluso también la vida exterior se vuelve aún más rica.

Café solo 22-3-2018

―¿Qué te pongo? ―Un café, por favor ―¿Solo? ―¡No!, con alguien… y con leche. El café más amargo es el café solo. Café con leche y amigo.

Sin palabras

La belleza deja sin palabras, deja sin medios para ser expresada, sobre todo porque, vivida como debe serlo, eleva la voluntad hasta inmovilizarla más allá de la única respuesta honrada ante ella: dejarse querer y mejorar por ella, encarnarla.

Después de esto, el artista, ya transformado (¿transfigurado?), se lanza rápidamente a encarnarla fuera de sí mediante cualquier medio que le sea más sincero. Pero siempre serán palabras para algo que no podía ser descrito.

Helechos

He estado un buen tiempo sin escribir. Realmente he estado un buen tiempo sin orar.

Me pregunto si las flores seguirán encerrando a Dios en su belleza y su aroma, o si habré perdido la capacidad, yo, de encontrarlo.

Tengo fijación por las flores. Será que soy un afectivo sentimental que solo puede ver el Ser en lo llamativo, y no en la tierra o los helechos.

De hecho, hoy soy más de helechos que de rosas: necesito más paz que amor. El helecho es un ser sencillo y tranquilo, y no duda en ser bien verde. Es como un santo de esos que hablan poco pero dicen todo, un san José que calla, que mira y enseña a mirar, no habla.

La mañana

La mañana amanece sobre este horizonte descongelado.

La pata de un perro. Las hormigas la bordean en su camino hasta el caramelo escupido de un viejo. Y la mañana sigue empapando en el fresco la corteza de la encina. Y yo lo miro paralizado por este panorama, enamorado desde dentro.

Veces

Hay veces que uno necesita pararse a recordar porqué todo tiene coherencia.

Juegan

Soy un Golum alojado en el hotel de mi pequeño infierno. Caníbal: me como. De repente llaman a la puerta dos primos pequeños con sus bicis que viven cerca y que dicen que querían venir a jugar a casa. Ellos son felices ¿por qué no dejarles entrar? de hecho, mejor dicho: ellos son felicidad. Tener a un niño jugando cerca siempre es bueno. Y ahora me están recordando de qué iba la vida.

Vida y niños

A veces pienso que lo mejor del mundo es el whisky. Luego me acuerdo de los puros y de la comida. Luego me acuerdo de la cerveza y de los gatos. Los perros me gustan pero son demasiado afectivos. También las rosas, los helechos, los llaveros que se compran cuando de niño vas de viaje con el cole y traes un recuerdo para tu hermano con tu pequeño presupuesto… De esos hay de todos los tipos, es impredecible. ¿En qué se fija un niño? Siempre en lo más inoportuno, por definición, lo más impensable: algo tan familiar que lo hemos olvidado. Muchas veces se fijan en nosotros, y es un mero ejemplo. Al final de la lista de cosas buenas se acercan los abrazos, y luego están las personas enteras.

Borracho

En medio de gentío y el barullo, a pesar de estar ya un poco borracho ―quizás gracias a ello― suena una luz, se oye un color, se ve una canción en el fuero de mi corazón. Los sentidos se mezclan desde que el corazón se hace uno con las cosas. No se entiende desde la gélida razón pero es real, tanto que cuando se recuerda con sencillez se revive.

Es el amor que es y está, que amanece con el sol y se transforma al atardecer a la luz lunar para luego volver a resucitar.

Es el amor del Dios que hay en nuestro interior y nos dice la verdad que habita en cada ser, la belleza que nos regala, el bien que nos abraza al contemplar. Es Dios que Es y Está. Es el Ser en su majestad personal que habita en todas las cosas. Sobre todo en el otro.

Siesta

Es exquisito el poder que tiene una siesta. Es como un masaje de fisioterapia, o un buen llanto, o como una cerveza fría en agosto, o una buena misa.

Silence

El silencio es aire en la asfixia, es agua en el desierto, tierra en el naufragio, fuego en el invierno.

El silencio es vida, armonía y paz. Es una armónica que pasa cuando avanzas por la plaza. Es un pobre haciendo música, una resurrección para el alma, por la gracia que Dios le manda, especialmente a él, que tanto le falta.

Los pobres no son más ricos pero por sus manos pasa más riqueza

Al colore della musica

La armónica y el acordeón suenan mejor cuando las toca un pobre. Y mejor aún si el pobre vive en Italia. Todo es más bonito en italiano, incluso una armónica que, en teoría, no parla idiomas.

Otoños

Es otoño por la tarde y lo echaba de menos. No hay nada más bello que comenzar un curso nuevo en un sitio viejo. Empezar un curso más en uno en el que lleves ya un tiempo. Da sensación de paz y alegría, de que todo saldrá y será igual que otros años llenos de frutos y esfuerzo victorioso. Y no porque todo haya salido bien en años anteriores, sino porque supimos celebrar cada cosa con la conversación que merecía. Conversaciones de pararse y cigarro. Hojas cayendo y tiempos de presagio, de trabajos empezados y de metas a largo plazo, de ilusiones. Así veo los comienzos de curso, mis otoños esperando.

Esperar

Me encanta esperar.

No hay que hacer gran cosa,

solo saber disfrutar.

No hay una respuesta,

a nuestro miedo y nuestro dudar;

pero podemos tomar whisky

y algún ayuno para mortificar.

Por lo demás,

enriquecernos y orar,

hacer silencio y mirar:

Dios está.

Escribo

A mí me apasiona la escritura. Y llevaba tiempo sin escribir.

Por eso me estaba muriendo, pues cuando se trata de pasiones nos va la vida en ello.

Lo mejor de escribir en un folio es que el folio no brilla, no absorbe toda nuestra atención ni está lleno de estímulos inquietantes. No es una pantalla de esas que hoy nos llenan de morralla. La tinta cala en ellos para siempre, y son más sinceros.

Nocturnos

Echo de menos la soledad. La soledad de Chopin, que la escuchaba cuando no tenía novia y me veía solo en el mundo y su misterio. La soledad era paz, incomprensión de los demás hacia mí y tranquilidad.

Pero me ilusiona saber que siempre hay, y por deber así será, cosas que son en total intimidad, cosas que solo son entre Dios y yo. Me encanta esa realidad.

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