Los frutos de la felicidad son la paz interior, la bondad y la alegría de vivir.

Es interesante describir la felicidad. Para mí reside en la alegría, que siempre es fruto del amor o de vivir enamorado: enamorado de las personas, de la vida, de ti, de lo que haces…

Pero la felicidad también es paz: la paz de saber que todo en general tiene un sentido bueno. Incluso lo malo, pues se puede utilizar para renacer con más ímpetu y más pasión por seguir amando y remediar el dolor humano. La Paz de aceptar mi pasado, vivir el presente y tener ilusión con el futuro…

Y, por último, la felicidad es bondad: aquella motivación hacia lo bueno, que aparece cuando estamos bien. Qué fácil es amar a veces… sobre todo cuando tenemos felicidad. Pues la bondad es esa especie de tendencia, natural y no forzada, hacia El Bien y suele aparecer cuando estamos en ese bien.

El santo cura de Ars decía: es más fácil hacer el bien que hacer el mal. Lo difícil no es hacer el bien, sino dejar de hacer el mal en el que estamos enredados. Pero una vez «desintoxicados», es más fácil el bien que el mal. Porque el bien es sencillo y amable.

Cierto es que el bien hay que trabajarlo y requiere de esfuerzo y a veces esfuerzo duro, pero no debemos olvidarnos de la vía más rápida hacia él: y es que la felicidad nos hace buenos.

Como decía, W. S. Landor, la bondad nos hace felices, pero más aún sucede al contrario: la felicidad nos hace buenos. Bondad y felicidad son dos vectores que se alimentan mutuamente: la bondad nos hace felices y la felicidad nos hace buenos. Pero este vector tiene más potencia cuando partimos de la felicidad y buscamos la bondad como fruto.

Los frutos de la felicidad son especialmente 3: la paz interior, la bondad y la alegría de vivir.

Y, si estos, que son solo los frutos, son ya tremendamente bellos y maravillosos ¿cómo es la felicidad? La felicidad, amigo mío, es algo extraordinario, algo indecible, intrasmisible con palabras teóricas como estas, sino solo a través del arte. Por eso, la felicidad se encuentra solo en las historias, en las canciones o en la poesía. Aunque, por supuesto, puede hallarse por otros caminos más allá de la creatividad y el lenguaje: puede ser simplemente un encuentro, un descubrimiento personal cuando miramos hacia dentro, pues también habita en el silencio de nuestra alma, aunque a veces parezca escondida.

Juan Carlos Beato Díaz

Psicólogo y Coach del Centro IPæ

www.centroipae.com

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