Mentiras
Desde hace unos años venimos escuchando los eslóganes de la Agenda 2030, los diez y siete objetivos del desarrollo sostenible, la importancia de la pedagogía en la escuela, los nuevos sistemas mundiales de educación…, en una frase, la transformación del mundo y del ser humano para lograr ambas plenitudes gracias a estos nuevos visionarios.
Desde que la psiquiatría y la psicología se metieron en las escuelas y se sacaron a los maestros y a los profesores, desde que las ideologías se propusieron la renovación del ser humano y de su entorno, desde que la medicina se volvió plenamente interventiva, desde que la salud es el primer dogma de la nueva religión mundial y la felicidad se vincula totalmente con el tener, desde que el ser humano -cansado de no entender el dolor- ha dejado de aceptarlo, desde que la ciencia se ha igualado a la verdad -a partir de los efluvios mentales de los ilustrados- y desde que se piensa que el hombre es un producto evolucionado del mundo fisicoquímico, hemos llegado al inicio de nuestro desastre.
Curiosamente, todas estas metas, falsas en sí mismas y mentiras en su discurso son los presupuestos de trabajo que han adoptado todos esos adoradores del compás, del condón de marras y del sentimentalismo morcillero para conseguir que el resto de los seres humanos -las personas normales- se conviertan en su ganado. Todos estos abortistas, eugenistas y eutanasistas han conquistado los gobiernos, las empresas, las universidades, los hospitales y se han metido en las escuelas, porque les apasiona sodomizar a los hijos de los demás, a los suyos ya los asesinaron. Les encantaría que los ancianos y los discapacitados fueran eliminándose por sí mismos y, si no lo hacen, ya inventan algo para conseguirlo: ellos deciden cuántos humanos pueden habitar la tierra a la vez.
Han conseguido corromper las conciencias de tal manera que si alguien toca a un ser vivo queda condenado de por vida, pero si el ser vivo es un ser humano que aún no ha visto la luz, o uno que ya no puede verla pueden eliminarlo. Hoy en día, asesinar a tu propio hijo es un derecho -si eres la madre, claro-, autoeliminarse también y ya está empezando a serlo el eliminar a los que no son útiles.
A base de mentir han conseguido eliminar los conceptos más puros, las palabras más libres, sobre todo van contra la Palabra de Dios. Hace tiempo se dieron cuenta de que debían dejar de hacer mártires, tenían que lograr institucionalizar a todos, principalmente a los católicos. Esto era primordial: si querían lograr una ideología que prometiera la sanación y la salvación universal tenían que desterrar la verdad: sólo Cristo salva, sólo en Él llega toda sanación, sólo Dios encarnado es quien le desvela al hombre quien es. Lo intentaron matándolos, ahora lo han conseguido -casi- institucionalizándolos. Indudablemente, si quieres lograrlo, has de eliminar la verdad de lo que el hombre es, para intentar transformarle, convertirle en otra cosa. Por eso, su mensaje actual es “serás lo que quieras ser”, “tú eres quien decide lo que es”. El mensaje de Cristo es distinto: con Cristo lo importante es descubrir quien es uno mismo, aceptarse como tal y, con Él, lograr superar toda limitación para lograr llegar a ser hijo en el Hijo, para lograr llegar a ser Dios.
Todos estos caciques del pensamiento, que se piensan plenamente autónomos, sin necesidad alguna de Dios, ni siquiera les interesa ya llegar a ser plenamente hombres, sólo quieren controlarlo todo. Siguen anclados en la masturbación mental de Nietzsche.