Ratones de biblioteca
Se encuentran dos ratones en la Filmoteca Nacional.
–¿Qué película estás comiendo? –pregunta uno.
–El doctor Zhivago.
–¿Y qué tal, qué tal?
–Me gustó más la novela.
Me parece que a todo lector consumado lo atraen como un imán las bibliotecas, las librerías y las estanterías de cualquier estancia llenas de libros. Detenerse y mirar es una tentación irresistible, pero que suele tener premio.
Hace poco, un amigo me avisó de que se iba a mudar de casa y quería deshacerse de algunos libros, pero, antes de tirarlos a una bolsa de basura o de ofrecerlos a una librería de lance, pensó que me gustaría echarles un vistazo, y allá fui.
En estas circunstancias, siempre se presenta el dilema sobre qué libros llevarse y cuáles dejar, porque ocupan sitio, se acumulan las lecturas pendientes, etc. Al final de la visita al piso de mi amigo, después de muchas dudas, me llevé tres, cuya lectura no me ha defraudado, por lo que le estoy muy agradecido por haberme avisado a tiempo.
Se trata de una vieja edición no venal de Fantasías de un delegado de Hacienda y otros relatos de Clarín, del que destacaría el que se titula Tirso de Molina; de Una biblioteca de verano (Periférica, 2012), delicioso y conmovedor relato de Mary Ann Bremer Clark; y de las estremecedoras vivencias de Félix Schlayer, cónsul de Noruega en Madrid, cuando estalló la guerra civil en julio de 1936, publicadas en Alemania poco después y traducidas más recientemente en España con el título de Matanzas en el Madrid Republicano (Áltera, 2006).
Pero la experiencia más dolorosa es ser testigo del cierre de una librería. Lo he sido de dos excelentes, que no pudieron superar las crisis de los últimos años: una, muy antigua, la de Dossat, en la plaza madrileña de Santa Ana (su lugar lo ocupa una cervecería, ¡oh signos de los tiempos!); y la de Diálogo Libros, en la esquina de Diego de León con Serrano (después del cierre, el local ha pasado por diversos negocios irrelevantes). En las dos librerías, pasé momentos inolvidables con mi gran amigo Nani Barrera (q.e.p.d.) y con Rocío Ruiz respectivamente. Cada vez que paso delante de ambos puntos, siento a la vez gratitud y estremecimiento.